Ella
llegó una tarde, tres tardes antes de la mañana de su partida, no era una tarde
cualquiera, no; esa tarde a manera de premonición, el Sol iluminaba de un color fucsia iridiscente el horizonte.
Llegó
risueña y juguetona como la brisa de abril, señalando hacia el sol con el
índice fijo en el poniente, diciendo en voz bajita:
-Pronto llegará la Luna y con su manto de
seda, abrigará su sueño hasta el amanecer
–Ando
de paso, agregó
-He
perdido la ruta del camino mientras cruzaba uno que otro río, ¿puedes decirme dónde
estoy?
-Pues,
te encuentras ahora en una de sus orillas, -respondió él.
Ella
asintiendo indiferente, asomó la nariz al portal de la casa por donde salía el
aroma de un reciente café.
-Si
gustas pasa –replicó el
-
No espero a nadie para compartirlo
Fue
así como sin darse cuenta, transcurrieron tres días con sus mañanas, mediodías,
tardes y noches en una interminable
plática; un encuentro a manera de conspiración del mas allá con una mujer extraña e intima a la vez, una pasajera del camino llena
de aventuras y anécdotas estrafalarias, a quien escuchaba cuentos como los de las mil y una noches fascinado, con los ojos colgados en su mirada de caleidoscopio, devolviéndole la risa a su cara y la alegría a su corazón.
En
la tercera noche, sin sospechar siquiera que sería la última, le preguntó
– ¿Cómo
te llamas?
Y
ella:
–Mi nombre está impreso en el fondo de mis
retinas - mientras los gallos cantaban en sus pupilas que pronto iba a
amanecer.
Era
un domingo en la mañana, no era un domingo cualquiera,no; cuando justo antes del baile de
la cafetera con el humo del café; el zumbido de la válvula se mezcló con el sonido de
las gotas de una lluvia que comenzaba a caer.
En
un instante breve de encantamiento puro, pudo ver a través del aroma que
flotaba en la cocina a la lluvia golpeando por fuera la ventana sonando en un “Mi” bemol de color púrpura, pintando de un
"Fa" color amarillo a las margaritas del jardín; y así una nota tras
otra a manera de orquesta, fueron sumándose e inundando el ambiente a medida que danzaban las gotas
de lluvia.
Asombrado
de poder ver la música, se dejó llevar por las notas que dibujaban paisajes
inéditos, líneas y dibujos imposibles que se mecían al ritmo de los acordes
estallando en mil formas geométricas y nubes de colores al golpe de una batería
y sus platillos.
En
la calle, los vecinos maravillados con
la escena, automáticamente sacaban sus lenguas para probar de aquellas gotas de
lluvia que como notas y números parecidos a caramelos caían del cielo:
-Este
sabe a 5 y es naranja –exclamaba uno
-Este
es rojo y suena grave – decía otro
-Estas
gotas se escuchan verdes - gritaban otros más allá
Una
experiencia psicodélica…
Una
sinestesia paroxística y colectiva.
Subió por ella al cuarto llamándola una y otra vez para que compartieran
juntos lo que estaba sucediendo afuera, mas no la halló; en la habitación una mariposa
azul revoloteaba junto a la ventana. Salió a constatar la descripción de los gritos de la gente y en la multitud la buscó sin encontrarla.
Solo
una esquela de despedida le dejó bajo la almohada:
“Corre
a la calle a probar de mi”
Asomado
en la ventana alcanzó a ver como la gente hipnotizada con las lenguas afuera, corría
calle abajo persiguiendo a aquella nube extraña pintada en el cielo con tiza
color rosa sobre ellos, lloviendo color púrpura, esa loca mañana de domingo.
Guardó la nota en el bolsillo de la camisa y bajó a la cocina a apagar el café;
se sentó en la mesa mirando a su alrededor con la última esperanza
de encontrarla, fue entonces cuando cayó una gotera sobre su cabeza, y pasando
su mano sobre ésta vió como un liquido purpurino brillante se escurría entre sus dedos, los lamió suave y detenidamente, probando el sabor de aquella ficticia mujer diciéndose:
-
Realmente el sabor está en los oídos del que contempla