La luz de la luna crepita bajo las hojas
por donde camino descalza,
y siento la fría baba de los caracoles
que gravitan noctámbulos sobre la grama.
Todo es húmedo, gris
y huele a sauces lavados por el rocío de la
noche,
aunque ya se asoman las primeras luces del
sol.
Siento frío, tiemblo
mi exhalación se congela en la punta de mi
nariz;
los recuerdos del encuentro me hielan los
tendones
y aún escucho el grito ahogado en mi tráquea
mezcla de placer y dolor.
Mi piel arde en llamas
cubierta de un gélido sudor -paradoja,
incertidumbre -
mi corazón taconea como en tablao flamenco
hay tierra húmeda en mi vagina por donde
corren ríos vagos.
La sangre se precipita en mi sien izquierda,
mis párpados se sellan, no escuchan;
mis oídos se ensordecen, no sienten
el sabor metálico de su boca
su lengua bífida, hiriente
su aliento de madera rancia
su sexo frutal y lúgubre,
se quedó tatuado en mí.
Apuro el paso y no sé por qué,
¡ya no hay temor!
conocí los ojos del miedo,
él respira aún en mi espalda,
sus suaves caricias de escalofrío esfuman mis
bordes,
y ya sin continente ni tangencia, soy un
hierro forjado
fundido, traslúcido
con olor a azufre…
Abro la puerta
y vestida tan solo con mis pies descalzos,
me tumbo en la cama sobre las sábanas blancas
miro al techo
El me abraza y pregunta:
¿Dónde estabas?
Con mi rabia
llena del rencor de siempre
me volteo, escupo
y respondo entre dientes:
Vengo de
hacer el amor
con el
Diablo
#Lamujerdeabril