Bajo el signo de abril,

con la piel a la intemperie

Escribo

Escribo porque es catártico, psicodrenante, disentérico, emético, liberador y sanador, me permite “mirar”. Lo terrenal está todo aquí y se “ve”…

Yo quiero “La Mira”

- La mujer de abril -

Ectópica




Y desperté ahí, -sin signos vitales - decían; mirando sus caras con tapabocas, con ojos indistinguibles, de esos, que no quieren mirar.

¡Desperté! si, más vital que nunca, queriendo levantarme para preguntar que sucedía sin poder hacerlo, atada a mi posición horizontal, cubierta con una sábana estéril y blanca.

Lo siguiente fue sentirme sin voluntad, tomada por brazos y pies, colocada sobre una superficie inoxidable y fría, tan fría que muy rápido se fueron congelando mi cóccix y una a una mis vértebras; cayendo lentamente en cuenta de que mi corazón no palpitaba. Una vez mas y ya con la exaltada emoción de la incertidumbre me incorporé y al hacerlo pude observar como las paredes, puertas y ventanas del pasillo por donde era trasladada me atravesaban sin hacerme daño, traspasando sobre una camilla las puertas batientes del lugar sin  necesidad de empujarlas.

Llevada a no se donde, alcé mi mano hacia el conductor de mi desconocido destino y al alcanzar su pecho para llamar su atención, aterrada vi mi mano adentrarse en su tórax, quedando atrapada por un instante entre sus dos pulmones en inspiración, la retiré despavorida, asqueada, con la sensación aun del pulso de la sangre caliente de las arterias de aquel hombre grande y obeso, que encharcadas de colesterol me dejaban la mano embadurnada de una suerte de grasa ácida y rancia.


Fue un trayecto breve y muy largo a la vez quedando mis sentidos  sometidos al curso del libre albedrío de miles de imágenes que se agolpaban martillandome las sienes; sonidos, colores, sabores y olores que regresaban a mi desde el recuerdo a manera de flashes interminables. Infancia, nacimiento, juventud, adultez, estancia intrauterina inclusive, mientras me gestaba mi madre en su vientre, acudían al paseo en total desorden y anarquía. 

Moví la cabeza varias veces para no quedarme dormida ni perder vigilia ni conciencia; estaba ahí más despierta y vital que nunca, presenciando una realidad que no entendía.

Cerré los ojos con una extraña resignación, abandonándome al transcurrir de las cosas queriendo conectarme a mi respiración que ya no existía, intenté recordar como había llegado allí, traté recordar el momento inmediatamente anterior a todo aquello, pero mi recuerdo no llegaba mas allá de aquel reciente en el que mi mano palpó el bombeo del corazón de aquel infeliz al invadir sus pleuras.
  
Comencé a darme cuenta de que – el que hasta hace poco era mi cuerpo, mi espacio, mi habitación - no obedecía a mis ordenes musculotendinosas, mis ojos una vez cerrados no pude abrir mas a pesar de que no necesitaba abrirlos para observar todo con absoluta  luz y nitidez . Mi respiración estaba afuera, inundándolo todo, mi corazón gravitaba saltando la cuerda con mis arterias y venas. 

Estaba yo fuera de mi, ECTOPICA, paradójicamente más ubicada que nunca,  ocupando un lugar que sentía por fin me correspondía. 

El click metálico de una puerta que se cerraba me trajo de regreso de mi alucinación, entonces, me encontré desnuda, sin sábanas, a oscuras, en el silencio mas absoluto que era aquella morgue; yacía ahí sin recuerdos, despierta, sin respiración, sin signos vitales y con la temperatura disminuyendo paulatinamente a menos cero, inerte, en burbujeante quietud, mientras en una sala de partos una mujer retorcida del dolor me esperaba al amanecer para darme una nueva piel.