Lydda Franco Farías, poetisa venezolana, vió la luz en este planeta en la Sierra de San Luís, estado Falcón, el 3 de enero de 1943 y - como dijo en una oportunidad el poeta Guillermo de León Calles:
“ (…) habia salido un dia a tender, como en una imágen garciamarquiana, una sábana de metáforas en un huerto de poemas y se perdió en el espacio sideral”, en Maracaibo el 2 de agosto de 2004.
Lydda Franco Farías: una poesía donde la razón esclarece la irreverencia, y la transparencia incita la valentía y la ironía
(Ensayo de María Cristina Solaeche)
Comienza a escribir desde la adolescencia en 1958 y
posteriormente, colabora en los diarios La Mañana de Coro y Panorama de Maracaibo, entre
otros.
A partir de 1963 se radica definitivamente en
Maracaibo, estado Zulia, Venezuela.
En la
Universidad del Zulia trabaja de bibliotecaria en la Facultad de Ciencias
Económicas y Sociales. Allí nos narran algunos compañeros sus protestas por el
asesinato de Jorge Rodríguez, por el golpe de estado en Chile contra el
presidente Allende, sus discusiones sobre las tendencias del MAS, sobre los
“perros” y los “patriotas”... Hasta que llegó el día que renunció a todo
partidismo político, abandonó totalmente la militancia activa, y a partir de
allí se dedicó a escribir, decisión que nos permite deleitarnos con su legado
poético:
si tengo que ceder
hasta quedar desprovista de vanidad
si nada tengo y esa nada me es arrebatada
(...)
si he dejado de creer en líderes
si la dialéctica se pudre en las cabezas de todos
ellos
(y en la mía por supuesto)
si la unidad es un sofisma
si el partido deviene tertulia de burócratas y afines
(...)
si hasta aquí me trajo el río
entonces tendré que contradecir al río
y seguir aferrada a mis convicciones
aun en contra de mi pequeñez
Suele asistir en los años sesenta, a las tertulias
del grupo literario maracaibero Cal y Agua, que surgió en Maracaibo en 1964, en
el bar El Milonga.
La poetisa Lydda Franco Farías guarda, en su obra,
inflexiones poéticas de las lecturas de los venezolanos: el mirandino
Caupolicán Ovalles, iniciador en el país de la antipoesía y perteneciente al
grupo El Techo de la Ballena;
la alquimia de la palabra poética por su fuerza y honestidad del trujillano
Víctor Valera Mora; de Miyó Vestrini, la única mujer del grupo Apocalipsis, el
tránsito del dolor de su cuerpo como creación;el desenfado en la antipoesía y
el uso de modismos de su región del zuliano Blas Perozo Naveda; y las lecturas
de los extranjeros: los barrocos y simbólicos el cubano José Lezama Lima y el
peruano César Vallejo y, el existencialista checo Frank Kafka, para citar a
tres clásicos contemporáneos.
Su trajinar por las letras nos deja una larga lista
de títulos publicados y otros inéditos o editados post-mortem.
En su primer poemario, Poemas circunstanciales (1965), el desplome, la inteligencia, el
tiempo y el espacio son los motivos, con una lectura tan hermosa como extraña
sobre los trances externos e internos del ser humano, escritos desde las
esquinas material y metafísica.
Su segundo poemario, Armas blancas, estuvo perdido muchos años antes de ser editado, y
fue su amigo el pintor trashumante Emiro Lobo, quien logró rescatarlo, y se
publica en 1969; en él, ficción y realidad son recíprocas e irreversibles y la
caída en el tiempo mantiene la indagación del enigma entre ellas.
Con el grupo Cal y Agua publica, como coautora con
Ricardo Ruiz Caldera y José Parra Finol, el tercer poemario, Edad de los grandes ataúdes, en 1977;
sin embargo, la obra no circula por contrariedades entre sus autores; luego,
sigue en soledad con el ejercicio de su poesía apocalíptica.
Summarius, publicado en 1985, es su cuarto poemario, con un
formato en prosa poética continua, donde solamente los puntos permiten las
pausas en la tonalidad de la voz o el cambio en la intención de la caída, la
lucidez y el tiempo, con un encabalgamiento abrupto y una entropía rebosada a
contraluz.
En 1991 aparece el quinto poemario, A/Leve, que contiene una amalgama
entre la perfidia y la futilidad, entre la alevosía y la levedad, términos
estos últimos reducidos en el mismo título y la barra intermedia significando
el límite insalvable entre estas dos formas de conductas. Su epígrafe de
Francisco de Quevedo, “Serán cenizas, mas tendrán sentido; / polvo serán, mas
polvo enamorado”, contiene en sí mismo la idea de la poetisa de que el amor
corporal y espiritual deberían persistir más allá de la muerte.
Un texto inédito, su sexto poemario, Estar en el envés, escrito en 1993, en
el que Lydda comienza escribiendo:
Vamos a llamar a esta nueva etapa de transformación
poética, una realidad más abierta, cercana a las formas de conversación, a un
cierto tono coloquial, a un cierto humor, a una cierta parodia del otro
realismo tradicional...
Estar en el envés, donde la oralidad se agrupa en la
duplicación, en la reduplicación, en la gestación, sea de la inicial o de la
palabra final en muchos modos de enciframiento.
Recordar a
los dormidos es su séptimo poemario,
publicado por Ediluz en 1994; en él, el arcano de la muerte es el núcleo
determinante de su enfoque, donde el lector o la lectora asisten al abismo
final de la existencia.
Su octavo poemario, Bolero a media luz, escritotambién en 1994, es un alud corpóreo en
el forcejeo del acoplamiento musical del cuerpo; la poetisa se distiende en
fracturas mas, deja claro, no existe Eros sin Tánatos, la fuerza natural de
atracción vital y el reino de las sombras se entrelazan por siempre.
Esta prolífica poetisa, Lydda Franco Farías, escribe
en el mismo feraz año de 1994, Descalabros
en obertura mientras ejercito mi coartada, su noveno poemario, donde desde
el título ya vislumbramos un anuncio de jitanjáfora, es decir, de enunciados
donde el sentido no es lo pretendido, sino las hermosas eufonías. La nostalgia
del tiempo transcurrido desde la infancia trasciende y se instala en el espacio
de la realización creativa, contando con el contraste diatópico y la cáustica
ironía.
En el décimo poemario, inédito, Estantes, escrito también ese prolífico año de 1994, los muertos
son luminosamente despertados; la metagoge designa atributos humanos a las
piezas de un juego de ajedrez; el desdibuje del caligrama corporal en la caída
que trastrueca el mundo visible en el invisible, yendo más allá de las
ceremonias judeocristianas o de cualquier otra religión; el mundo reversible
que convierte la oscuridad en luz; el matrimonio plagado de martirios y los acertijos,
son los diferentes temas que se vuelcan en lances directos.
En 1998
aparece su undécimo poemario, Una,
dedicado a su hija Mirna, con un epígrafe que ya anuncia la intención de cada
verso:
...el tiempo de la mujer es muy corto y si no lo
aprovecha, ya nadie quiere, y se pasa la vida en consultar augurios.
Tomado de boca de la ateniense Lisístrata, personaje
central de la obra del comediógrafo griego Aristófanes.
Aracné, su duodécimo poemario, escrito en el 2000 y dedicado
al profesor del Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas de la Universidad del Zulia,
doctor Enrique Arenas, tiene como médula precisa la escritura mirándose a sí
misma, la grafía, el vocablo, la letra, todo el entretejido escritural
entrecruzándose con premeditación literaria girando en la órbita del
minimalismo, representado por el hilo que el arácnido teje deliberadamente para
provocar la fatalidad y el desplome.
La
Universidad Nacional
Experimental Francisco de Miranda, conjuntamente con la Dirección de Cultura y
el Fondo Editorial del Estado Falcón, Incudef, editan una Antología en el 2002,
con una selección y un estudio de Pedro Cuartín, profesor titular de la Universidad de Los
Andes-Trujillo y miembro del Centro de Investigaciones Literarias y
Lingüísticas “Mario Briceño-Iragorry”.
En 2005, Monte Ávila Editores edita póstumamente una
nueva Antología.
Durante su vida y después de fallecida recibe varios
reconocimientos:
A los dos años de su permanencia en Maracaibo gana el
primer premio del Concurso Literario del Ateneo de Coro con su primer poemario,
Poemas circunstanciales (1965), suscitando una fuerte polémica a nivel
nacional, sobre su muy particular idiosincrasia estética y su estilo
contestatario.
En 1987, en la Universidad del Zulia, se realiza la Lectura Nacional
“Lydda Franco Farías”, y se aprueba una cátedra con su nombre.
En 1988, la Universidad Experimental
Francisco de Miranda, el Instituto de Cultura del Estado Falcón y el Instituto
Universitario de Tecnología Alonso Gamero, organizan el Encuentro Nacional de
Poesía Lydda Franco Farías.
En 1990 es condecorada con la Orden Francisco Rivera Reyes, por la Alcaldía del Municipio Bolívar del Estado Falcón.
En 1994 recibe el Premio Regional de Literatura
“Jesús Enrique Losada”, mención poesía, otorgado por la Gobernación del Estado
Zulia.
Al año siguiente, 1995, el Premio Regional de Poesía
le es otorgado por la
Secretaría de Cultura del Estado Zulia.
En acto solemne el 18 de octubre de 2005, en el
Teatro Baralt de Maracaibo, se le confiere póstumamente el título de doctora
honoris causa de la
Universidad del Zulia.
El 25 de septiembre de 2009, en el marco del ciclo “Noche de Poesía. Para celebrar a los maestros del asombro”, se ofrece un homenaje a los poetas Lydda Franco Farías y Ludovico Silva, en el Centro Cultural Chacao de El Rosal, bajo la organización de María Teresa Ogliastri y Alexis Romero, con el apoyo de Cultura Chacao. El encuentro cuenta con la participación de los poetas Víctor Alarcón, Adalber Salas, Astrid Lander y Adriana Bertorelli, moderados por Alexis Romero.
En su poesía alcanzamos a distinguir dos discursos: uno privado, oracular, consigo misma y para ser develado; otro público, desde ella para con todos.. El propósito de este ensayo es hablar del privado, el menos contemplado.
Recordarlo, releer cada verso, y sentir cómo se
deslía en nuestro ser la expresión de su fase selénica, donde la poetisa teje
la trama de su intenso yo lírico a través de vocaciones de mujer y profesiones
asfixiantes en el recinto-clausura de la casa: las pesadumbres de la diaria
entrega, “ama de casa”, “oficios del hogar”, la bandera de la sexualidad en una
erotia pacífica y sobreentendida, madre y antimadre, médium, hechicera,
mitificadora, “casi-ciudadana”, civilizada por el varón, el patrón, el marido,
el cónyuge, el concubino, el hermano, el hijo...
Un
esfuerzo mayéutico
para
no abortar al hombre
un
esfuerzo violento, definitivo
para
que nazca íntegro.
En una cultura masculina desde sus cimientos, la
poetisa desenfada, con una conmoción de la conciencia y los sentidos, cantando
en cada verso, para poder respirar a pulmón pleno cada palabra e intentar
enmendarlas con su propio ser, crea hendiduras para quebrantar y escapar de ese
enrarecido mundo que la asfixia, y evadirse a través de las grietas como la
hembra que seduce con lo femenino, con sus lecturas, su mirada y su poesía:
adentro
hay una mujer que monta guardia
a
fuerza de balancear las caderas
se
ha convertido en péndulo y gravita
sobre
las cabezas de los que todavía no comprenden
la
magnitud del encantamiento.
Un mundo hecho de voces que se tejen y destejen entre
variados tonos genéricos, juega para crear o crea para jugar conservando el espíritu
crítico que siempre la ha catapultado a un país donde las mujeres eran sólo un
murmullo.
Alberto Hernández
No
nací para ocupar un espacio y nada más.
Ignoro
cuál será mi participación.
Me
tocó ser mujer y no me quejo,
me
tocó caer en la humedad del tiempo,
en
la inhóspita sequedad de los caminos
pero
aquí me quedo
entre
escombros y desperdicios.
Destruyan
mi epidermis resentida,
despedacen
mis sueños, mi alegría,
aniquílenme
porque
un día aparecí sobre la tierra
y
tuve voz y grité
No
pudieron
moldearme
a su antojo,
ni
darle la forma requerida a mis palabras,
ni
templar los metales de mi risa con sus martillazos de odio,
ni
siquiera lograron meterme de cabeza
en
un canon infesto
Una poesía definida por diversas líneas de significación,
entre las que destacamos dos en este ensayo: la enunciación de lo femenino y el
erotismo femíneo, como elementos fustigadores de cuestionamientos que
atraviesan entre otros y todos, la totalidad de su obra, y es efecto
fundamental para la disposición de una imagen cambiante y compleja que da
cuenta de lo que son las configuraciones actuales de la mujer, entendida como
minoría social-cultural; con un ars poética que hace libre el coloquio consigo
misma, con el lector y con la lectora, por medio de una oralidad discursiva, en
textos que a veces afloran con el formato de la prosa continua sin el deslinde
de los versos, con el encabalgamiento intrincado de dispersión de la colmada
entropía:
nadie verá el estante vacío. el montón de ropa sucia
libros viejos y maltratados por mis notas al margen. por mis subrayados
imprevisibles. por mis oh y mis coños admirativos. soy posesiva, no lo niego.
mi única propiedad son libros casi libros. palabras no correspondidas pero
útiles e igualmente equívocas. pero abajo. en el sótano, eres débil, cabizbaja.
se diría que ciega. asustada. no entienden por qué has hecho lo posible por
enajenarte en lo cotidiano y ridículo (...) no te entienden por qué no aceptas
vivir parcelada (...) tu ternura es clandestina. no colma. tu deseo es quizás
lo único humano capaz de retener una sombra. tu estallido nocturno.
Procedimientos verbales e imaginativos a través de
los cuales Lydda crea e irrumpe en un espacio que conmueve, apasiona, forcejea
y sobresalta, en un horizonte femenino que pasa inadvertido para el hombre,
anquilosado en la rutina de los gestos, los desempeños, los pensares, aciertos
y desaciertos, carencias y despropósitos concebidos por él para la vida de la
mujer.
Más allá de su tono irónico, la poetisa se rebela
contra toda mansedumbre impuesta desde el androcentrismo, sin digresiones, se
autoriza a sí misma al goce de invadir una “comarca” donde solamente existe un
“rey”, el hombre, y con irreverencia e inspiración, se lo apropia en cada verso
suyo:
voy
a desayunarme la claraboya de la mañana
voy
a atragantarme periódico con tus crónicas violentas
voy
a tener noticias del mundo hasta la ingesta
de
par en par ventanas
muéstrenme
lo que sin mí despierta
sacúdete
ropa inmunda los dobleces
espanta
con lejías la penumbra
soliviántate
plancha
aplasta
en un desliz las pérfidas arrugas
a
volar escoba sin bruja que respire el polvo
dancen
muebles al ritmo que los aviente
púlete
piso en redención de no empañado espejo
arde
sin paz cocina del infierno
tápate
olla impúdica
cuece
a la sazón luego evapórate
suenen
cubiertos en estampida muda
a
fregarse platos les llegó su hora
la
carta por favor
quiero
probar el albedrío
En cada palabra, no vamos a decir “intenta”, no, no
lo intenta, lo consigue, con vehemencia, con transparencia abate contra la
mecanicidad y el letargo paralizante de lo cotidiano y los, en un cuasi
infinito plural, lastres con los que la humanidad (léase el hombre) ha retenido
el cuerpo y la mente, y por ende, la espiritualidad de la mujer, reduciendo a
un único dislate su existencia:
el
ancestro
se
adueña del perfil
de
la mujer agobiada
y
displicente
que
yace en la umbelas
a
medio dormir
indócil
en el registro
Su antirritualidad trasvasa su poética partiendo de
la cosmogonía de una existencia que exige, que enrumba su creación hacia el
territorio del reclamo, del reverso de la mujer ante el anverso del hombre, y
lo hace con un humor corrosivo, ácido, agudo y exquisito:
de
sobra sabes que me avergüenzo
de
ese otro ser que me esquilma
y
me avasalla
de
repetir hasta borrarme
el
gesto heredado de pálidas
enhiestas
amas
de casa remotísimas
pero
hay un rótulo en la sangre
una
danza del vientre
una
marca rotunda
ten
en cuenta muchacho de las cavernas
que
he ido ganando el derecho
a
perder de igual el paraíso
la
paciencia
a
compartir la cama
el
santo y seña
el
mundo
fifty
fifty
o
no hay trato
vete
acostumbrando hombre voraz
mujer
no es sólo receptáculo
flor
que se arranca
y
herida va a doblarse en el florero
al
fondo de la repisa
entre
santos y candelabros y trastos de cocina
En eso basa ella el vigor existencial y la
singularidad de sus versos, en templar al máximo el arco de la letra, la
palabra, el verso, el poema, para que resulten, no sólo un reflejo crítico de
lo social, sino también un verbo fustigador y lúcido, asumido siempre desde el
sarcasmo como un tropo, a partir de su incisivo estilo para desahogarse del hastío,
girando y girando en hipérboles.
La poesía de Franco Farías puso de relieve una voz
femenina cuyo ejercicio poético se caracterizó por la ruptura con ese modelo de
poesía intimista, de sensualidad sutil y la introspección, para destacar la
ironía y la oralidad.
Ana María Romero
Polifónico el arreglo al mostrarse su “yo” plural,
donde la ceremonia poética se posesiona de su condición de ser femenino,
siempre al lado de los rituales absorbentes de nuestra sociedad, y fuertemente
asida de la mano de las herencias atávicas que tiranizan a la mujer, en un
cimbrado hilarante e ingrato:
quedé
para ser la última invitada
estoy
alegre de las botellas sordas
puedes
beberme soy todos los licores
no
distingo
y
si respondo es
para
ligar placeres inimaginables contra el tiempo
a
una temperatura en que tampoco sabes
lo
que haces
Ella es su poesía, su poesía es ella, briosa,
sensible, mordaz y laudante, que se empeña en perseguir mundos mejores en sus
temibles alocuciones poéticas:
mientras
dormía me crecieron alas
al
principio ni yo misma lo creí
hice
cálculos sobre las ventajas y desventajas
de
este suceso inesperado
decidí
ensayar un vuelo corto
tropecé
contra los vidrios de las ventanas
no
me di por vencida
llegué
a libélula
fui
uno que otro pájaro
ave
de rapiña
mi
ambición no tuvo fronteras
fui
escalando
jerarquías
hasta agotarlas todas
ahora
soy un ángel
y
me aburro
Y en el amor, dulce, seductora y erótica, canta desde
sus más añejas raíces, trepando por su tronco, sus hojas, hasta llegar a sus
flores en arco iris que regala a la vida, en un soflama reverberante con sus
requiebros, impregnado de simbolismos que expresan las vivencias amorosas del
cuerpo en la relación afectiva entre dos seres humanos, escrito desde su visión
femenina extraordinaria, respirando visceralmente cada grafema, cada aliento de
palabra y con la depuración del verso:
una
trepa la desnudez de otro cuerpo
una
encuentra la rama dorada y la codicia
abre
las puertas de otro reino
inaugura
otra carencia
una
se deja llevar por sacudimientos extremos
Echar
raíces
florecer
sobre
tu cuello
enredadera
Ascenderé
por los tallos
transformada,
me
sentirás como nunca, palpitante,
en
el latido de las hojas
y
en el crujir voluptuoso de las ramas.
tu
boca resguardada por dragones
por
la antropófaga inocencia de tus dientes
bosque
de menta la saliva
picor
de orégano la lengua
succión
y mordedura
tu
boca
laberinto
de mis cosquillas8
La
lluvia canta afuera su canción,
la
miro con ojos sorprendidos
y
pienso en unas bodas bajo el agua,
que
un novio vegetal me acaricie,
que
sienta el perfume silvestre de mis manos,
mi
cálida ternura abierta en gajos.
Lydda es esencial, de gran vitalidad, luchadora
incansable, defensora de lo femenino y del amor, de hermosísima pluralidad
semiótica, plétora de expresividad, álgida, irreverente, en ausencia de rima y
con el uso del hipérbaton invirtiendo el tradicional orden del discurso
poético, y las anáforas que incitan provocando con la repetición:
con
papel de lija froto la piel
donde
alguna vez estuvo tu tibieza
parpadeante
me
estoy quedando en cueros
y
sin vos
en
los puritos huesos
y
sin vos
esqueleto
ambulante
y
sin vos
(...)
y
sin vos
con
el alma en un hilo
y
sin vos
ay
y
sin vos
y
sin voz
y
sin voz
los
amantes precisan largas vueltas
y
nada es comparable a este final sin trampas
y
nada se parece a tu cuerpo y al mío
me
refiero a los muslos fosforescentes
no
a la piel sedosa y repetida
no
estamos dentro ni fuera y es falso
que
desprendo de tu voracidad
mis
latidos bajan cautelosamente
para
que sepas que voy que siempre voy
ya
puedes descubrirme y patinar en el aire rígido
cuando
abras los ojos y desvíes el aliento
Con
miradas envolventes de los vestigios humanos del placer y del amor, la lucidez,
el tiempo y la fusión de géneros:
tu
cabeza en mi almohada
el
sol para nosotros
deshaces
sombras antiguas
vienes
de la calle hacia el gesto
buscas
/ deshaces
reparo
en el caracol algo furtivo
tus
manos exhibiendo excavaciones
hacen
de claustro refugio
ardo
junto a ti
cuando
la boca hace su trabajo de orfebre
en
sabbat
en
oriflama
de
entre tus muslos sale un vellocino de oro
una
serpiente emplumada
un
vendaval de helechos
una
larga vocal impronunciable
con
obstinada delicadeza
se
fabrica en la piel
se
hace patio en la memoria
ojo
de agua
con altos y bajos
puente
entre dos sangres
diatriba
amorosa
blindada
huella
indeleble que nos filtra
A los sesenta y un años, la parca, que no falta jamás
a la cita, nos despoja de esta poetisa de las letras venezolanas; muere a las
8:00 de la mañana del lunes 2 de agosto de 2004, en Maracaibo, estado Zulia.
Fue sepultada en el cementerio Jardines del Edén, donde también se encuentra su
hija.
Y sostendremos con Goethe: “El sentido de la vida
radica solamente en la vida misma”. Así parece entenderlo también la poetisa
venezolana Lydda Franco Farías:
me
encontrarán tendida a ras de luna
o
flotando lluvia abajo
en
la resaca del último cigarro
en
el silencio que vibra emparamado
desde
donde pronuncio mi postrer discurso (...)
ya
voy tierra
ya
voy cenizas
ya
voy olvido
una
vida se aplaza y se desplaza
mínima
sustancia
cerrazón.
Lydda…..eterna
y luminosa (Selección breve de poemas)
De Aracné (2000)
Persevero
en
mi mosca
yo
mínima
bestia
amancebada
***
tejer
en el vacío
es
desprenderse de uno mismo
caer
en el vacío
es
recuperar el revés
lo
que encandila
***
sólo
si el cuerpo astral es removido
al
precipicio iluminado de la tela
se
abre murmurante el espectáculo
el
orden plural de otra vigilia
***
el
cuerpo
teje
otro compás
desoído
***
la
araña hace gala de su industria
participa
de las acechanzas
ensimismada
y precisa
al
margen
***
se
mece
de
espaldas
en
vilo
sonámbula
insiste
Una (1998)
para
ti soy tal vez una huera mujer
con
el cabello levemente despeinado
digna
de un cuadro renacentista
o
de un ardiente cumplido o de un piropo
(dicho
como el azar/con rebuscada elegancia)
de
sobra sabes que me avergüenzo
de
ese otro ser que me esquilma
y
me avasalla
de
repetir hasta borrarme
el
gesto heredado de pálidas
enhiestas
amas
de casa remotísimas
pero
ciertamente hay un rótulo en la sangre
una
danza del vientre
una
marca rotunda
ten
en cuenta muchacho de las cavernas
que
he ido ganando el derecho
a
perder de igual a igual el paraíso
la
paciencia
a
compartir la cama
el
santo y seña
el
mundo
fifty
fifty
o
no hay trato
vete
acostumbrando hombre voraz
mujer
no es sólo receptáculo
flor
que se arranca
y
herida va a doblarse en el florero
al
fondo de la repisa
entre
santos y candelabros y trastos de cocina
una
mujer es una mujer más sus uñas y sus dientes
lo
siento caballero de la brillante armadura
aquella
doncella rompió el molde
creció
***
mientras
dormía me crecieron alas
al
principio ni yo misma lo creí
hice
cálculos sobre las ventajas y desventajas
de
este suceso inesperado
decidí
ensayar un vuelo corto
tropecé
contra los vidrios de las ventanas
no
me di por vencida
llegué
a libélula
fui
uno que otro pájaro
ave
de rapiña
mi
ambición no tuvo fronteras
fui
escalando jerarquías hasta agotarlas todas
ahora
soy un ángel
y
me aburro
De Estantes (1994)
el
desierto está ahí pero sin dios
encaja
perfectamente
en
el túnel que somos
De Bolero a media luz (1994)
estás
en el fondo y en los bordes
en
el salto que no doy
donde
comienzo a ser
este
grito y esta lluvia
***
callada
no hago peso
desnuda
estoy a salvo
lo
digo ante el espejo
se
lo digo a tu silencio
De Recordar a los dormidos (1994)
rasgo
las vestiduras
me
desprendo de lo suntuario
esta
muerte holgada
y
esta vida indecente
y
tráslucida
***
vuelvo
a soñar que sigo despierta
en
el sueño
cierran
con llaves maestras
el
paso del río
despierta
en
el sueño
De Descalabros en obertura/ mientras
ejercito mi coartada (1994)
mi
primer hecho de sangre
aconteció
a la edad de 13 años
el
odio abrió sus abanicos
puso
en acción su maquinaria
cancerberos
me vigilaron los sueños
se
dieron a la tarea infame de tapiar
las
primicias de mi cuerpo
(cuerpo
del delito
prueba
contundente del pecado a expiar
ab
ovo in aeternum
guachimanes
con ojos de argos y armados hasta los dientes
se
encargaron de la custodia
de
resguardar el buen nombre
el
honor de la familia
la
infra y la supra
el
andamiaje de la moralidad
la
ley y el orden
la
paz ciudadana
conmigo
fue creciendo el expediente amañado
de
mis presuntas lacras
el
desprecio del condenado a muerte ante jueces y verdugos
me
erigí abogado de mi propia causa
sacrílega
escupí en los templos
en
los lugares sagrados y consagrados
por
la beatería oficial
convertí
en añicos sus ídolos baratos de fabricación casera
tallados
a mano por imbéciles y desequilibrados mentales
para
uso de supersticiosos y aprovechados
hice
caso omiso a prédicas de sacristía
me
burlé de sus tribunales del santo oficio
me
oriné de risa ante la pétrea majestad de la justicia
para
devolver los golpes
me
armé doncella contra todos los poderes y sus sabuesos
zona
de desastre
calamidad
pública
he
de permanecer hasta llegada la hora
de
rendir cuentas
***
yo
venía de los bosques húmedos
en
mi equipaje la inocencia
en
sí misma dobladita
olorosa
a preguntas
me
quitaron
bosque
y humedad
el
equipaje revolvieron
las
preguntas me las fui respondiendo
con
el tiempo y de a poquito
ahora
no sé de qué sirve la inocencia
ni
me importa
De Las Armas Blancas (1969)
quedé
para ser la última invitada
estoy
alegre de las botellas sordas
puedes
beberme soy todos los licores
no
distingo
y
si respondo es
para
ligar placeres inimaginables contra el tiempo
a
una temperatura en que tampoco sabes
lo
que haces
De Poemas Circunstanciales (1965)
No
nací para ocupar un espacio y nada más.
Ignoro
cuál será mi participación.
Me
tocó ser mujer y no me quejo,
me
tocó caer en la humedad del tiempo,
en
la inhóspita sequedad de los caminos
pero
aquí me quedo
entre
escombros y desperdicios.
Destruyan
mi epidermis resentida,
despedacen
mis sueños, mi alegría,
aniquílenme
mas
no pretendan sancionarme
porque
un día aparecí sobre la tierra
y
tuve voz y grité
y
tuve fronteras y no quise despertar sin ellas
y
tuve armas y allí están
perfiladas,
inmóviles, ariscas.
***
Quisiera esta noche mientras
llueve
caminar descalza, desnuda,
por las calles,
lavar el corazón,
purificarme,
quisiera que mi instinto
salvaje galopara,
que mis ansias de mujer
cobraran alas,
que mis senos perfilados
bajo el agua
y mi cuerpo moreno
palpitante
anduvieran por el mundo, sin
mordazas.
De una entrevista a Lydda:
-¿Le teme a la muerte?
-Creo en la síntesis del hueso, en el axioma de mi futura desintegración
Dijo el poeta Guillermo de León Calles
que "un dia Lydda salió al patio a tender, como una imágen garciamarquiana, una
sábana de metáforas en un huerto de poemas y se perdió en el espacio sideral"
Lydda no ha muerto, está viva, eterna joven de la poesía, irreverente, extrovertida, pero con un corazón limpio y lleno de humildad.....Cósmica
Emilia Lee
Obra poética:
Poemas circunstanciales. Policrom, Caracas, 1965.
Las armas blancas. 1969
Edad de los grandes ataúdes (coautoría con Ricardo Ruiz Caldera y José Parra Finol). Ediciones Cal y Agua. Maracaibo, 1977.
Summarius. Asamblea Legislativa del Estado Falcón, Coro, 1985.
A/Leve. 1991.
Estar en el envés. s/e, 1993.
Recordar a los dormidos. Ediluz. Maracaibo, Vicerrectorado Académico, Facultad de Humanidades, Universidad del Zulia, 1994.
Bolero a media luz. Ediciones Mucuglifo. Dirección Sectorial de Literatura del Conac, Mérida, 1994.
Descalabros en obertura mientras ejercito mi coartada. Gobernación del Estado Zulia. Secretaria de Cultura/Universidad del Zulia, Dirección de Cultura, Maracaibo, 1994.
Estante. s/e, 1994.
Una. Ediciones de la Secretaría de Cultura del Estado Zulia y la Asociación Cultural del Caribe (Asocaribe), 1998.
Aracné, s/e, 2000.
Antología. Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Dirección de Cultura, Fondo Editorial del Estado Falcón, Incudef, 2002.
Antología poética. Monte Ávila Editores. Caracas, 2004.
De una entrevista a Lydda:
-¿Le teme a la muerte?
-Creo en la síntesis del hueso, en el axioma de mi futura desintegración
-¿Le teme a la muerte?
-Creo en la síntesis del hueso, en el axioma de mi futura desintegración
Dijo el poeta Guillermo de León Calles
que "un dia Lydda salió al patio a tender, como una imágen garciamarquiana, una
sábana de metáforas en un huerto de poemas y se perdió en el espacio sideral"
Lydda no ha muerto, está viva, eterna joven de la poesía, irreverente, extrovertida, pero con un corazón limpio y lleno de humildad.....Cósmica
Emilia Lee
Emilia Lee
Obra poética:
Poemas circunstanciales. Policrom, Caracas, 1965.
Las armas blancas. 1969
Edad de los grandes ataúdes (coautoría con Ricardo Ruiz Caldera y José Parra Finol). Ediciones Cal y Agua. Maracaibo, 1977.
Summarius. Asamblea Legislativa del Estado Falcón, Coro, 1985.
A/Leve. 1991.
Estar en el envés. s/e, 1993.
Recordar a los dormidos. Ediluz. Maracaibo, Vicerrectorado Académico, Facultad de Humanidades, Universidad del Zulia, 1994.
Bolero a media luz. Ediciones Mucuglifo. Dirección Sectorial de Literatura del Conac, Mérida, 1994.
Descalabros en obertura mientras ejercito mi coartada. Gobernación del Estado Zulia. Secretaria de Cultura/Universidad del Zulia, Dirección de Cultura, Maracaibo, 1994.
Estante. s/e, 1994.
Una. Ediciones de
Aracné, s/e, 2000.
Antología. Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Dirección de Cultura, Fondo Editorial del Estado Falcón, Incudef, 2002.
Antología poética. Monte Ávila Editores. Caracas, 2004.