Los días de
lluvia me llevan inexorablemente a la Nostalgia como una condenada a la horca,
a la silla eléctrica o a la inyección letal; a mis favoritos días de lluvia de
la adolescencia en Cagua, en mi cuarto – refugio perfecto para una
incomprendida y rebelde adolescente con causa: Yo, que en lugar de huir, fumar
marihuana o suicidarme; me desconectaba del mundo y me guardaba en la “Cápsula
de Placer” el programa de Juan Francisco Champion, mi locutor favorito de Radio
Latina 1470 Am (luego Latina 99. 1 Fm ) de Valencia- y escuchaba a Donna Summer
cantando Mac Arthur Park y a Andy Gibb I Just Want To Be Your Everything o a
Marvin Gaye Merci, merci, merci me… What´s going on, mientras hacía catarsis
con la mejor galleta de chocolate del mundo, la “Carlton” de Savoy, que
mordisqueaba a pedacitos y de a poco con mis incisivos delanteros tirada en la
cama, ojos al techo, concentrada en las gotas de lluvia cayendo en el patio.
Por aquellos días
de nostalgia que llueven en mi mente, también ocurrió mi encuentro con la
Poesía y la novela; Papá me regalaba a Neruda, pero también a García Márquez y yo
sustraía de su biblioteca a Bécquer, pero también de allí a un libro de
Filosofía que me parecía fascinante, su autor: Juan David García Bacca, de
cuando Papá estudiaba Filosofía y Letras en la UCV.
Los días de
lluvia están en mi memoria, no se secan, en ellos continúa lloviendo todavía.
Días lluviosos
también fueron aquellos en donde junto a mis amigas de siempre leíamos y
analizábamos La Casa verde de Vargas Llosa, novela compleja, de lectura nada
fácil, para presentar el examen de Castellano en el liceo.
Recordando
bien esas aguas, debo reconocer que mi primera “con-moción” con el arte escrito,
fue con María de Jorge Isaac; aún recuerdo como lloré sentada en mi silla de
extensión en el patio tras la lectura de la última línea del capítulo final de
la novela y alzando mi vista al cielo vi como las nubes iban una tras otra en
una procesión de lamentos, tras la muerte de María; fue así como entendí eso de
la “humanización de la naturaleza” por el estado anímico del escritor, que nos
explicaba nuestra profesora de literatura en clases.
Fue también en
un domingo de lluvia, que conocí a mi más grande amor platónico; un príncipe
azul que en lugar de espada, portaba una pluma que escribía letras doradas y
publicaba en una columna del “Papel Literario” de El Nacional, un amor perfecto
cuyos poemas yo fantaseaba escribía para mí; lo esperaba con ansias buscándolo entre el
hojerío de periódicos que armaba mi Papá en la sala los domingos en casa.
Era el objeto de
mi amor un estudiante de Filosofía y Letras de la ULA, un joven poeta rebelde,
intimista, con la rebelión individual como bandera; un soldado de la revolución
del amor; quien luego me enteré cambió posteriormente las letras por las leyes
del hombre y terminó siendo abogado. Lo amé profundamente, su nombre Tarek
William Saab; si, el mismo que hoy es un fantasma de si mismo, militante y
cómplice de una revolución del absurdo, actualmente Defensor del Pueblo y proclamase
también de los Derechos humanos en este país.
¿Cuán equivocado
y cierto puede ser el amor a la vez, no?
¡Cuán
extremista, perfecto, hermoso y feo al mismo tiempo! pero en fin, “Amor” al fin,
el motor que mueve al mundo y lo mueve desde siempre.
El amor me
con-mueve aún hoy; me asombra, me deja sin piso y sin cabeza, con solo el
corazón; y así aspiro siempre me ocurra, me acontezca, dándole sentido a la
vida.
Elijo recordar
aquellos días de “amor literario” con Tarek, como escribió una vez Luis Alberto
Crespo sobre él: “Leámoslo con un latido, una vehemencia y asimismo como una
escritura que afirma su sonoridad y su solidez formal en la única tierra
posible que pide la poesía para elevarse desde nosotros a la eternidad: la fidelidad
interior, el fervor de más allá del cuerpo, cuya intemperie es el suspiro”.
Espero que algún
dia él pueda releer este poema que escribió cuando era un “Príncipe de Lluvia”,
que pueda leerlo una y otra vez en la intención de rescatarse en mi memoria, y así
pueda saltar al abismo,
¡Que salte!
EXISTO
Existo como una prolongación
ausente
del paisaje
(a media luz del viento
en vano dormimos al sol de
mapanares)
Ninguno sabe si habrá la hora de la
calma
Ninguno sabe si habrá el tiempo
donde algún caballo
resuene su signo sangriento en la
llanura
Hoy que ningún pájaro vino a soñar
en mi ventana
sólo un árbol guarda la memoria
“la rata dorada dio un salto en el
vacío”
Tarek William Saab
#Lamujerdeabril
6/7/2015
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Emilia Lee