(Para
David, el nieto de Gloria Puig)
Ayer,
sin
buscar,
encontré
unos ojos cuyas pupilas
derramaban
el cielo verde de los montes,
de
los pájaros y flores.
Frescos
como
ribera de río,
Iban
cantando,
Invitándome
a beber de sus aguas.
Eran
un
cachito de Luna menguante,
con
la travesura de una estrella perdida,
en
la inmensidad del mar,
me
daban besos de algodón de azúcar
estanque
límpido, transparente y sereno.
Ojos
brujos,
Chamanes,
de
viento,
ojos
de los bordes del rocío del amanecer,
ojos
de las nubes del ocaso,
ojos
de la ola que besa la orilla desnuda,
ojos
profundos sin fondo ni techo.
Tocada,
diferente,
me
sentí eterna, nueva y reconocida,
reconciliándome
con mis creencias,
aboliendo
otras,
luego
de aquel trance alquímico
que
viví en los ojos de David
y
su mirada de aroma de 2 años.
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Emilia Lee