Bajo el signo de abril,

con la piel a la intemperie

Escribo

Escribo porque es catártico, psicodrenante, disentérico, emético, liberador y sanador, me permite “mirar”. Lo terrenal está todo aquí y se “ve”…

Yo quiero “La Mira”

- La mujer de abril -

martes, 22 de enero de 2013

Sabes a muerte…

Di un paso al frente y caí al vacío en pedazos, con los brazos abiertos, viendo como la gravedad aproximaba la tierra a mi cuerpo; entre las piedras, mi cabeza rebotó como una pompa de jabón y el resto de mi cuerpo con ella.

Sobre la arena, desparramados, quedaron finalmente mis trozos a la orilla del mar. No hubo dolor, ni  pesar, mucho menos arrepentimiento

Un  rayo de sol acudió de inmediato a mi llegada, y con él, el abrazo de las olas, organizándome de nuevo, quedando dispuesta de costado: Hermosa, grácil, intacta, con la mirada amplia, inmensa, fija en el horizonte, mientras la marea se desbordaba a borbotones por mi nariz; tibia, cálida, vivificante; proveniente de mis venas, evocando el estallido de miles de burbujas en mis oídos.
- Que dulce eres vida, - me dije, ajustando la visión mientras saboreaba la sal en mis labios y ordenaba dentro de mi boca los dientes; quitando las caracolas que ocupaban su lugar. 
Me acariciaba el viento, el mismo que como un zumbido segundos antes me atravesó la frente, gélido e hiriente, mostrándome el vértigo taladrando mis pupilas. De mi pecho abierto escapaban pájaros y estrellas y un arcoíris en las crines de un Pegaso dragón, que unió mi corazón con el cielo.

Mis cabellos se prolongaron como algas y juntándose a mis dedos se incrustaron en la arena, mi respiración giraba en círculos dentro de un caracol gigante debajo de mi ombligo, sonando nostálgica como un viejo bandoneón.

Quieta, muy quieta me dije una vez más:

- Que dulce eres vida, tan dulce, que sabes a muerte.





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Emilia Lee