El planeta era otro, su
corazón replicaba el eco del big bang primario y sístole y diástole
acompasadas imprimían un armónico ritmo a su tránsito estelar. La risa giraba heliocéntrica como el
planeta acompañándole en su órbita.
Por aquel entonces el cosmos le llamó Tierra y la vistió de azul, mas agua que sustrato. La alegría jineteaba al viento esparciéndose por todos sus rincones, nada quedaba ausente de su presencia.
Por aquel entonces el cosmos le llamó Tierra y la vistió de azul, mas agua que sustrato. La alegría jineteaba al viento esparciéndose por todos sus rincones, nada quedaba ausente de su presencia.
El odio era una opción elegible, envuelto en un tentador papel celofán
de vivo color para atrapar infaustos; era un tabú, un sentimiento apócrifo
guardado tras un portón de siete llaves; el
llanto y la angustia apenas se
gestaban en las entrañas de la frustración
El planeta era feliz.
Un día el sol se levantó en
el horizonte persiguiendo a una sombra voraz que progresiva e
impúdicamente lo arrasaba todo a su paso ejerciendo un burdo poder sobre toda su faz; sembrando soledad, depredación,
humo y cemento; dicen que en los árboles los pájaros parieron al llanto al ver a
sus críos perdidos tras la tala de sus brazos. A los ríos anudó y represó privándoles
de libertad desviándolos de sus caminos, a las montañas borró sus perfiles
verdes y saqueó sus entrañas, al mar desfiguró sus orillas, a las flores refrigeró en cavas vendiendo sus aromas, a los animales domesticó y exhibió en circos, convirtió en mueca a la risa.
El cielo fue paulatinamente cubriéndose
de una niebla gris y sucia y la luna con las estrellas execradas de la vista.
La sombra fundó reinos
llamados ciudades que fueron poblando exponencialmente al planeta. La alegría
fue diluyéndose poco a poco, dejó de silbarla el viento; dicen que es cautiva
en uno de los sótanos del reino y ahora el odio ocupa su lugar
La Tierra ya no viste de
azul, unos harapos añil cubren su piel cuarteada y sedienta, los pájaros
enmudecieron sus trinos. La felicidad se mudó a otra parte.
El odio corre por las calles,
atropella, amedrenta, asusta, hiere y mata
El planeta es otro.
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Emilia Lee