Bajo el signo de abril,

con la piel a la intemperie

Escribo

Escribo porque es catártico, psicodrenante, disentérico, emético, liberador y sanador, me permite “mirar”. Lo terrenal está todo aquí y se “ve”…

Yo quiero “La Mira”

- La mujer de abril -

sábado, 27 de julio de 2013

De corazón verde





Eran las 11 de la noche; noche signada por una tormenta cuyos truenos y centellas hacían del cielo un tablero de puzzle.
Me encontraba absorta, hundida en mi sillón con la cabeza en el medio de un foro en el que disertaba – a manera de monólogo- la lectura  del sexto principio filosófico del Kybalion de Hermes Trimegisto; cuando por el rabo del ojo, algo distrajo mi atención:
La presencia de una lucecita verde titilante en el tercer escalón de la escalera que conduce al segundo piso de la casa.
Me levanté inmediatamente dirigiéndome hacia ella  para saber de qué se trataba, y al acercarme, ¡Oh sorpresa! la luz comenzó a subir como una pulga saltarina los escalones alcanzando el segundo piso, ingresando a mi cuarto por la rendija de la puerta, agudizando mi curiosidad.
En el cuarto la busqué por todos los rincones,  todo fue fallido, la luz no apareció.
Antes de  dormir me di una ducha sin dejar de pensar en lo ocurrido, preguntándome una y otra vez ¿qué era aquella luz verde que con aparente inteligencia artificial se había burlado de mi minutos antes, haciéndose escurridiza, escondiéndose en mi cuarto sin poderla hallar?
De repente creí que alucinaba, que había pasado a otra dimensión y que mi visión de la luz verde era una señal que me abría el paso para entrar a ella.

Al salir del baño vi que mi gato intentaba agarrar algo debajo de la cama, me lancé al piso con la esperanza de que el felino hubiera encontrado la lucecita verde, buscamos juntos bajo la cama pero ni él ni yo la hallamos.
El gato frustrado se retiró del cuarto pero en la puerta antes de salir, se volteó a mirarme; para mi asombro, sus ojos ¡eran un par de luces verdes!
Salí corriendo tras de él pero solo alcancé a verle la cola cuando saltaba por la ventana y se perdía en la oscuridad del patio. La lluvia comenzaba a caer intensamente.

  -  ¿De qué se trataba todo esto? Un sentimiento de extrañeza me sacudió el cuerpo.

  -   Ahora en lugar de una lucecita verde, son dos y se han escapado al patio en los ojos de mi gato.   - Me dije

Por un rato parada en la ventana llamé al minino, pero este no apareció.

Me acosté y dormí vencida por el fragor de los sables arriba en el cielo.
Eran las 3 de la mañana cuando desperté sobresaltada, algo o alguien insistentemente llamaba a la puerta de mi cuarto con un sonido tintineante; sin duda, con el inminente deseo de entrar, me levanté de la cama lentamente y me paré tras ella, alcanzando a escuchar de cerca el sonido que  in crescendo, sin parar, hacía de  mi corazón una locomotora que amenazaba con  saltarse el riel en la certeza de que se trataba de la lucecita verde.
De pronto, el pomo de la puerta comenzó a girar en una y otra dirección, aterrada, me asomé por la cerradura y un chorro de luz de color verde cegó mis retinas, arrojándome al piso en el medio de la habitación; entonces, una punzada cimbreante atravesó mi cráneo dirigiéndose a mi pecho dejándome sin respiración. Es lo último que recuerdo de la noche de anoche.

Esta mañana me encuentro sentada en una sala de espera para recibir atención médica; frente a mi hay dispuestas varias filas de sillas cada una de un color diferente;  en ellas sentadas y ticket en mano del mismo color de la silla entre 12 y 18 pacientes por fila también aguardan por atención; a mi costado la puerta de un consultorio dice Cardiología. Una enfermera de aspecto de zombie emerge de unos de los pasillos entregándome un registro de electrocardiograma y una radiología de tórax, la cual veo a trasluz corroborando perpleja que el lugar de mi corazón ¡está ocupado por la lucecita verde!

Confundida y con las piernas flaqueándome caigo al piso de rodillas, la enfermera me ayuda a levantarme conduciéndome a la fila de las sillas verdes.

  -  Espere aquí con este ticket, será atendida con el número 6. 

Y seguidamente

  -    Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley, la suerte o azar no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida. Hay muchos planos de causalidad, nada escapa a la ley.
- dice en tono académico.


  -  Está usted de suerte, hoy apenas son seis los pacientes que consultan por tener el corazón verde.

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Emilia Lee