Tu
sonrisa sabe a miel
tus
ojos a cilantro
tus
manos, el atardecer
el
cielo
y
su estrellado manto
Tu
boca
volcán
sereno
guarda
el magma
de
mí sin razón
Tu
voz
un
grito
un
eco
de
mi propio
corazón
Tu
olor
el
de los montes
el
del salitre de las olas
Y
el de las flores
del
campo
Tu
abrazo
abrigo
seguro
apapache
remanso
Estación
de descanso
a
mis alocados pies
al
vuelo de esta penitente mariposa
en
busca de la inocencia niña
en
el camino de lo siempre posible:
el
de las orillas del río
en
donde la arena besa al mar
por
donde los campos de té
y
los ciruelos florecen
En
donde el Sol se duerme
Y
el cachito de la Luna mengua
Por
donde
el
serpenteado andar
con
paso ligero
Indeleble
y
sin prisa
corre
libre
sobre
arenas
movedizas
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Emilia Lee